Requiebros... y esgrima escénica. 

Original de Lope de Vega: una obra inédita en los escenarios

Conquistadores castellanos, al mando del general don Alonso de Lugo, vuelven a Tenerife con ánimo de conquistar la isla para los reyes Isabel y Fernando. El capitán Castillo sale a explorar la isla y allí encuentra a la hija del Mencey Bencomo, la princesa Dácil poniendo en riesgo su vida. 

Entre ellos surge el amor, pese a pertenecer a pueblos enemigos, y el alma del valiente soldado queda prendida del cuerpo de la princesa haciendo imposible el olvido...

Al final, llega la inevitable batalla y los castellanos son derrotados en la terrible matanza de Acentejo. Castillo queda herido en la isla, cuidado y protegido por Dácil a quien se promete y jura su amor y lealtad ante una peña.

Mientras, unos pastores descubran en una cueva a una extraña mujer con un niño en brazos y una candela en su mano. Extraños sucesos se producen a continuación...

Poco tiempo después, regresan los españoles y esta vez vencen a los guanches, reencontrándose Castillo y sus compañeros conquistadores. El rey Bencomo se rinde ante don Alonso. Castillo, ya entre los triunfadores, ha olvidado su promesa de matrimonio con la princesa, quien se la reclama.

Entonces, aparece la imagen de la Virgen de la Candelaria (escondida en la cueva) y se obra el doble milagro: vence el amor y los dos pueblos se funden en uno solo sin esclavos ni conquistadores.

Los guanches de Tenerife...

La conquista de Tenerife por las tropas castellanas en 1496 fue el preámbulo de lo que ocurriría en el continente americano: el descubrimiento de tierras, gentes y unos modos de vida que supusieron en la península una auténtica conmoción. Sin embargo, pocas obras del Siglo de Oro fueron escritas sobre el tema y una sola, ésta, sobre la incorporación del archipiélago a la Corona.

Lope, en esta ocasión como en otras, fue original escribiendo esta comedia ‘famosa’ cuya única representación conocida fue en la propia isla de Tenerife en 1962 a cargo de la compañía Lope de Vega con la dirección de José Tamayo. En la península no hay constancia de que se haya llegado a representar nunca. 

Como buen texto del Siglo de Oro, encontramos en él un criado algo descarado y entrometido, unas mujeres valientes y decididas, unos caballeros que no lo son tanto y otros que lo son doblemente. Y algo original: nada menos que la intervención de un arcángel y de la mismísima Virgen de la Candelaria.

‘Los guanches de Tenerife...’ destaca por el tono desenfadado y erótico de algunos fragmentos que la convierten en un canto al amor ‘que todo lo arregla’ antes que a la conquista o a la guerra. 

La obra tiene una mirada muy actual al incluir una crítica al ‘imperialismo’ de los conquistadores y su ansia de riquezas apenas disimulada como afán civilizador. Así, el texto acaba siendo un canto y una loa ‘al buen salvaje’ en el que Lope se adhiere a un pensamiento que estuvo muy extendido en la España de los siglos XV y XVI, muchos antes de que Rousseau y otros lo difundieran.

 En fin, se trata de un texto que merece sin duda ser recordado y llevado de nuevo al teatro. Para disfrutar del verso de Lope, para ser conscientes de que, pese a los siglos, los tiempos no han cambiado demasiado y siempre hubo y habrá personajes miserables, héroes cotidianos y, sí, gentes que por amor serán capaces, casi, de cualquier cosa. 

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